Muchas veces las críticas que recibimos a la hora de emprender un cambio, nos hace desestimar la idea. No son pocas las personas que utilizan la crítica en forma de frase-consejo. Esa crítica que se verbaliza en un simple pero contundente no funcionará!. Muchas veces este “no funcionará” se gesta como una protección al cambio.
Si tu logras hacerlo y tienes éxito (alcanzas tu objetivo), quedaran al descubierto sus limitaciones (miedos, creencias que me limitan…). Si alguien cree que no es capaz te dirá que tú tampoco lo eres. Si te pones en marcha, si te lanzas a la acción muchos predecirán (como si eso fuera posible) que no funcionará, que fracasarás. Es más, al mínimo contratiempo estarán cerca para decirte…”te lo dije”, “te avisé”, “lo veíamos todos menos tú”. En cambio si nuestro plan de acción avanza, si las cosas comienzan a cambiar, lo único que quedará al descubierto es que nosotros fuimos capaces y ellos no. Por esto muchas veces recibimos esos “no funcionará” de los demás como una herramienta que protege del cambio.
A veces, los alientos de desánimo que nos regalan, vienen provocados por otras razones…
“Cuentan que había una luciérnaga feliz, que todas las noches volaba e iluminaba todos los rincones del bosque. Era conocida y querida por el resto de animales. Tenía una habilidad increíble en hacer feliz a todo el que encontraba en su camino. Iluminaba con su luz hasta el rincón más oscuro del interior de los otros animales. Un día la luciérnaga encontró a una serpiente. Las intenciones de la serpiente estaban más que claras, quería acabar con la vida de la luciérnaga. Esta comenzó a volar más y más deprisa pero no podía perder de vista a la serpiente. Después de tres día de huida, la luciérnaga exhausta se posó en la rama de un arbusto. La serpiente abrió la boca, y la luciérnaga gritó: un momento, antes de que me comas puedo hacerte una pregunta.
La serpiente sorprendida, le dijo: No suelo dar esas concesiones, pero adelante… pregunta.
-¿por qué quieres comerme, si yo no formo parte de tu cadena alimenticia, si no te he hecho nada que te pueda molestar?
La serpiente con una media sonrisa miró fijamente a la luciérnaga y le dijo:
–No soporto que brilles!!. Esa es la única razón. No.. soporto.. que brilles.”
Cuando en algún curso o seminario de los que realizo he explicado esta historia, he lanzado una pregunta a los asistentes.
-¿Qué haríais vosotros llegados a este punto, si fuerais la luciérnaga?
La respuesta suele ser unánime, la mayoría coincide en que dejarían de brillar, que apagarían la luz. Esta fábula la vivimos muy a menudo en nuestra realidad, en nuestro día a día.
Muchas veces optamos por dejar de brillar, por apagar nuestra luz, para estar a salvo. Pero cabe preguntarse ¿a salvo de que?. ¿Porque en vez de apagarnos y pasar desapercibidos, no brillamos con todas nuestras fuerzas?. Posiblemente el final del cuento sería otro bien distinto, diferente. Si la luciérnaga brillara con todas sus fuerzas, si desplegara su máximo potencial, seguramente su luz sería tan fuerte que cegaría a la serpiente, y esta nunca podría acabar con ella.
La luz que todos tenemos, sólo puede alumbrarnos si la potenciamos, si la usamos.
Atrévete a brillar, no te conformes sólo con sobrevivir, esto va de vivir!!
Genial Carlos! Si las fuerzas que gastamos en desanimar las invirtiesemos en ANIMAR tocaríamos la luna con las manos.
Muchas gracias por tu granito de arena. .Gracias!
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